Copio:
Nos cuentan:
¿Cuánto vale una vida? El precio de un cartucho de escopeta o el de una inyección en una clínica.
¿Cuánto cuesta acallar nuestra conciencia? No importa que el animal esté enfermo. No importa que esté sufriendo. Lo que importa es dejar de verlo.
¿Cuántos ojos se cierran para siempre en una clínica de forma injusta? ¿Cuántos veterinarios ceden a la presión? ¿Cuántos propietarios solucionan de esa forma su "problema"?
Aria no ha sido encontrada abandonada, a Aria la han llevado sus propios dueños a eutanasiar porque está enferma y... "no vayan a contagiarse”.
¿De qué? Quizás fuera ella la que se contagiara. De la maldad que transpiran, de la ruindad que han demostrado llegando a eso. Aria tiene problemas de piel agravados por el tiempo que han permitido que sufriera sin tratamiento. Por negarse a auxiliarla, por el casi inexistente respeto animal que demostramos, por reírnos de la vida, por creernos dioses para decidir quién vive y quién muere, por ser una podenca. Su destino hoy era la muerte. No es una eutanasia, en su caso y en el de muchos otros es un asesinato. Es la alternativa a sufrir a su lado y tratarla, la salida fácil.
El veterinario que la recibió se negó a hacerlo Nueve meses, apenas una cachorra. Nueve meses de sufrimiento, de maltrato, de ignorancia, nueve meses que acababan hoy de la peor manera.
Su suerte... su primer golpe de suerte... ir a parar al veterinario adecuado. Una llamada, un par de fotos por whatsapp y una sola expresión "qué injusto, estamos locos". Un sólo pensamiento "qué hacemos?". Muchas preocupaciones "cómo pagamos el tratamiento y las pruebas?", "como alimentamos otra boquita?". Sí pero ¿cuál era la alternativa? Dejar que fueran a otra clínica donde encontrarían a un veterinario dispuesto a sacrificarla por no complicarse la vida.
¿Ni siquiera eso se merece Aria? ¿Tan poco respeto tenemos por la vida? Dios, cómo generamos.
Hoy se le ha hecho un reconocimiento general, mañana se le harán analíticas y pruebas y empezaremos con una nueva batalla que ahora tiene, por fin, nombre propio.
Aria hoy duerme tranquila en la clínica que casi la ve morir, qué paradoja. Y nosotras una noche más no dormimos recurriendo a vosotros, compartiendo nuestra pena, nuestra impotencia, por tantas "Arias" que nunca conoceremos.
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