La galga favorita del príncipe Alberto, "EOS", pintada por Sir Edwin Landseer. Acompañó al príncipe desde sus catorce años y viajó con él a Inglaterra. Cuando Eos murió, con diez años de edad, fue enterrada en el cementerio familiar de palacio. Landseer se encargó de realizar un monumento a Eos para su tumba.

Eso, es amar a tu perro.

"SIEMPRE QUE VEO A UN CAZADOR SEGUIDO DE SU PERRO, LA ESCOPETA AL BRAZO, NO ME OLVIDO NUNCA DE DESEARLE BUENA CAZA. DICEN QUE ESA FRASE ES DE MAL AGÜERO". Julio Verne

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Una historia de peluches... demasiado personal...



Copio de: Argos

PERRA ABANDONADA.

Hoy era un día feliz en APROBE, se estaba adoptando una gatita, un perrito, quedando para adoptar otro para mañana, hasta que llegué yo. Estoy triste. No sé por qué hace poco estaba gordita aunque soy muy joven, apenas un añito y era porque tenía bebes dentro de mi. Hace pocos días me puse de parto y nacieron mis bebes, pero hoy no entendí porque me dejaron sola en la calle sin mis bebes hasta que un muchacho me encontró y llevo a APROBE. Ahora estoy en casa de acogida de APROBE, antes estuve en veterinaria donde me han dicho que estoy algo malita por la infección de la leche acumulada en mis pechos, me ha puesto en tratamiento y ahora a cuidarme. 

POR FAVOR NO ABANDONEN MAS ANIMALES, HACE FRIO EN LA CALLE Y ELLOS NO SE LO MERECEN. SI ALGUIEN LA CONOCE DEBE DENUNCIAR A SUS DUEÑOS, POR SUPUESTO NO TIENE CHIP.

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Sí. Una difusión más. Una que no será la última. Quedarán cien mil más. Quinientas mil más... no sé.

Esto no tiene visos de terminar jamás y la esperanza hay días que ondea, pero otros fluctúa entre el abatimiento y el desánimo. Una difusión más y otra y otra... los mismos ojillos tristes, las mismas miradas de miedo, de desvalimiento, de confusión... y la misma matraca mezquina de insensibilidad, de embrutecimiento, de corazón ruin. 

Mientras la educación y, por ende, el comportamiento de la gente no cambie, no cambiará nada.

Ahí está esa pequeña madre, con su mastitis, su pena y su soledad. Mientras la gente se deshaga de un ser vivo como si de un desperdicio se tratara el argumento de estos llamamientos será idéntico. Si estas publicaciones fuesen un periódico costaría mucho, mucho trabajo extraer el titular. Porque el titular sería, como en matemáticas, el común denominador de que, simplemente "No lo quieren".

Será "Juguete roto"." No sabe cazar". "Se mudan". "Se divorcian". "Se casan". "Se hartan".

Ya sabemos lo que se esconde tras el eufemismo que cada vez pienso usar menos, ese de "Por no poderlo atender". ¡Por supuesto que lo pueden atender! si quieren, si lo quieren, claro. Es en realidad que ya se hartaron de quitar mierdas o esperar a que el cachorro crezca y deje de hacer trastadas o que, precisamente porque creció ya no les hace la misma gracia. Que no quieren gastar en veterinario y ni siquiera ponen chip. Que dejan pelos. Que como no hablan, ladran. Que hay que sacarlos. Que no son, definitivamente, un peluche.

Yo no creo que sea cuestión de política (que como dijo el sabio Política es todo) o de modas, o de que ahora los niños son más insociables, o que hay poco dinero, o que las casas son más pequeñas o más grandes o... lo que se quiera decir. De toda la vida de Dios ha habido gente buena y mala gente. Gente con buenos sentimientos y gente que es basura. No se trata de rebuscar razones ajenas, de, como ahora se dice, "contextualizar" la situación.

Es, lisa y claramente, cuestión de mala leche.

No hacen falta programas educativos, partidas millonarias, contenidos transversales en los colegios, inversiones publicitarias ni aplicaciones programáticas que tanto y tanto marean la perdiz.

Más bien me parece que los seres humanos vienen ya dotados de un equipamiento de serie y en el asunto de la empatía hay quién trae defectos de fábrica, coadyuvados, además por una formación cum laude en salvajismo y cerrilidad.

Yo lo veo de forma muy simple: un ser vivo sufre frío, hambre y dolor. No hacen faltas mayores cátedras para que el más torpe o analfabeto sepa qué que eso. 

He incluido en el título de estas letras aquello de "personal". Y a título personal comentaré que en la India vi con mis propios ojos cómo la miseria más absoluta era compartida a partes iguales entre vacas, perros, camellos y niños. Cómo unos pequeños harapientos podían dormir la siesta abrazados a su cachorro compartiendo la misma legión de moscas. 

No es cuestión más que de pobreza moral.

Cualquiera sabe que dejar en la calle a una pequeña recién parida es un acto indecente. No es necesario ser budista, cristiano ni bachiller. La ley natural es lo suficientemente clara para que todo el mundo sepa que no está bien eso de dar la patada a una criatura que se va a morir de frío, de hambre o aplastada por un coche.

Se trata de sentimientos, esos que quizá enseñan las madres sin tener ni que despegar los labios.

Se trata de no tener -ni querer tenerlas jamás- las entrañas frías de la crueldad.

Espero que esta pequeña madre encuentre un hogar con gente decente. Que la atiendan y quieran, como yo interpreto que es lo natural. De los cachorros me temo que los han asesinado o se estarán muriendo de hambre. Hay que ser muy vil. 

Quizá la pequeña ha sido despojada de su hogar precisamente por haber parido. La gente de este jaez se molesta si los animales procrean pero les parece contranatura la esterilización. 

Esta gente, sí, deberían haber metido en sus casas un peluche.

Y aquí viene, en efecto, lo... demasiado personal.




No. No voy a difuminar mis facciones ni las de mis familiares. No sentimos, afortunadamente, motivos de vergüenza que nos impidan ir a cara descubierta. Y los menores que aparecen ha ya alguna década que dejaron de serlo.

¿Qué tiene que ver esta foto con la preciosa perrita abandonada?
Sí. 

Justo eso. Eso rosa, grandote y muy lindo que posa tras la feliz imagen familiar.

El miércoles cumple mi hija 29 años. La "Marilyn" gigante fue un regalo que llegó el mismo día de su nacimiento.

 Ese peluche ha estado en casa todo ese tiempo. Ciertamente no comía, no movía el rabo feliz, no nos echaba las patas contenta, tras nuestras ausencias, no se hacía una rosquita en nuestro regazo, ni retozaba en la hierba en verano, no nos ha mirado una sola vez con sus enormes ojos negros cuando nos ha visto llorar.
Era -es- un objeto. Un juguete, un adorno inerte. Ni sufre ni padece ni experimenta emoción. Es eso: una cosa, un peluche.
Hace pocas semanas se ha remodelado la casa. La gran perra sobraba pero nadie la podía tirar. Ninguno era capaz de deshacerse de ella. De verla apostada en la acera junto al contenedor.

APROBE tiene una tienda solidaria. Lo que allí se dona y luego se vende redunda en los peluches de carne y hueso, esos que sí sufren y sí necesitan una familia, y mucho amor, tal como la perrita difundida (que no sé cómo se llama pero que yo, por inevitable asociación de ideas he bautizado mentalmente como Marilyn). 

Cuando la limpiaba y le volvía a poner los lazos de las orejotas, precisamente comentaba con los míos cómo, cómo y cómo puñetas había gente capaz de deshacerse de una criatura viva y podía vivir sin que el remordimiento lo consumiera.




A mi me daba hasta pena despedirme de  la Marilyn de trapo, a la que incluso fotografié pensando que jamás la volvería a ver.





Naturalmente, este post no trata de ese objeto.
Acaso sí de las personas que deberían tener un perro o cualquier otro animal de peluche y jamás de los jamases uno con vida.

Y de aquellas otras (sin estúpidas humildades falsas) a quienes enseñaron -sin que ello requiriese de demasiado esfuerzo- a amar con todas sus consecuencias a los perros e incluso encariñarse en demasía con un inanimado peluche.

Y así nos va... (a los del segundo grupo).

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